Año de graduación CCB: egresado en 2018
Profesión: estudiante de Producción de Cine en Vancouver Film School.
Es difícil priorizar un destino sobre otro, porque, como artista, su trabajo puede reflejar las ideas que lo acompañan desde Medellín, pero viajar lo motiva a plasmar en imágenes la cosmovisión del mundo, sus maravillas escondidas, los problemas cotidianos y la realidad alternativa de la que somos parte, y eso, de alguna forma, puede estar influenciado por su entorno, pero no por su talento.
Manuel Restrepo vive actualmente en Vancouver, Canadá. Estudia Producción de Cine, en la Vancouver Film School, allí está aprendiendo todo el proceso de preproducción, producción y posproducción de una película. Se fue al Norte motivado por una pasión que tiene desde pequeño: el cine, las películas, esa posibilidad de contar una historia y dar un mensaje a través de imágenes que se mueven.
“Siempre he tenido ciertas capacidades, he sido fanático de todos los temas relacionados con cámaras, con videos, y es la mejor manera de hacer lo que me apasiona, lo que me gusta y sacar provecho de ello”.
Las metas aparecen enmarcadas en el horizonte a medida que se alcanzan nuevas alturas. Entre ellas están las premiaciones, peldaños importantes a los cuales aspirar, de hecho, Manuel quisiera ser galardonado; sin embargo, en este momento su objetivo es alcanzar un nivel que le permita ser reconocido por sus trabajos y distinguirse del resto de directores, no ser uno más, pues quiere destacar por su originalidad.
Para él, de esa manera el nombre de Colombia podría llegar a más lugares del mundo, y ser reconocido por el talento que aquí nace, para dejar de lado la mala imagen de los colombianos y que sean ligado a algo más, a conceptos positivos.
A través de su talento busca dejar un mensaje de reflexión, abarcando temas más profundos o que han sido usualmente ignorados, problemas del día a día, pero incomprendidos, porque Manuel pretende que sus películas se tiñan de rebeldía, que visibilicen su disconformidad con la sociedad actual.
En su personalidad hay hilos de autenticidad que se entrelazan con su arte, sin cruzar la línea de la arrogancia, porque diferir y ser original son elementos necesarios para establecer un estilo propio, que le permiten hacer lo que otros no harían, llevar la contraria, abordar lo que le gusta, siempre impulsado por otros rasgos como su competitividad y la satisfacción de hacer las cosas bien.
Pero no se trata de un asunto de ego, Manuel tiene claro cómo funciona la industria del cine, sabe que es importante entender cómo relacionarse, con quién trabajar y de qué forma hacer el trabajo, porque, al principio, reconoce, hay que lidiar con momentos duros, se trata de un proceso que empieza por el anonimato, hasta llegar a ser el jefe de todo lo que pasa en una película.
“Por eso hay que dar lo mejor, estar alegre, tratar bien la gente, ser humano, pues todos estamos en un mismo proyecto”.
Este cineasta en formación está convencido de que, para vivir la vida, primero hay que ser feliz con la propia existencia, con lo que se es y con lo que se tiene, es importante agradecer por todo, incluso por lo más mínimo, aprovechar cada día al máximo, no desperdiciar el tiempo porque hay mucho qué hacer, por ejemplo, trabajar en sí mismo, llenarse de conocimiento, tener hábitos saludables, relacionarse con la gente, rodearse de quienes aporten experiencias valiosas, compartir con familia y amigos, aunque sea solo una cena, disfrutar ese momento y apreciar los detalles pequeños.
Los mundos de los directores, traducidos por los lentes de las cámaras, son un reflejo de su interior, proyectan de adentro hacia afuera, y es ahí que, como artista y fiel a su credo, agradece la experiencia vivida en el colegio, los momentos que simplemente le hicieron feliz. No se trata de un plan maestro para esbozar un guion a producir, pero la película que rueda en su mente evoca las lecciones de vida aprendidas, a través de sus profesores, que considera personas transparentes, quienes le permitieron descubrirse, educarse y reconocer qué le gusta y que, a la vez, lo apoyaron en sus decisiones, en un acto de validación que los convierte en su familia o tal vez en un grupo de parceros.
Lo que guarda del CCB
Ha pasado un poco más de un año desde que Manuel se graduó, y el CCB mantiene un valor único para él, no en vano piensa que es el mejor colegio al que pudo haber entrado y agradece a sus padres por escoger este lugar increíble.
El legado del colegio se conserva entre muchos de sus recuerdos, de los cuales destacan las famosas esquinas en los salones, donde se reunían los amigos más cercanos, para molestar y hacer bromas entre ellos. También se acuerda, incluso con tintes de nostalgia, de los partidos en los descansos, juegos que se disputaban como si cada uno fuera la final de un torneo importante.
Hoy Manuel está a puertas del mundo del cine, pero también, no hace mucho, cruzó las del colegio. Este gran paso para sí mismo le permite señalar elementos que pueden servir a esos estudiantes que pronto harán lo mismo: salir al mundo.
Por eso, aconseja que, antes de elegir sus profesiones, cada uno debería preguntarse si de verdad es lo que quiere hacer toda su vida, qué tan feliz sería haciéndolo, y para esto es ideal escucharse a sí mismo. Se trata de una reflexión necesaria sobre sus propias pasiones, ya que, al final del día, “se es feliz haciendo lo que lo a uno lo hace feliz”.
Para él, la clave para una vida feliz consiste en despojarse de estigmas, líos y miedos, ahí radica la idea; si a mitad del camino se descubre que no es el indicado o que hay algo más en otro lado que convoca con más fuerza, hay que aprovechar la juventud, esa vida que se tiene por delante, no importan los años, porque es la búsqueda de la felicidad lo que debería importar.
“Por ahora, disfruten su tiempo en el colegio porque esa experiencia no se vuelve a vivir, la vida cambia mucho y llega la nostalgia; no se estresen, estudien y pasen bueno.”